José era ladrón de profesión. Robaba casi cualquier cosa, pero era tan habilidoso, que nunca lo habían pillado. Robara poco o robara mucho, José nunca se había preocupado demasiado por sus víctimas; pero todo eso cambió la noche que robaron en su casa.
Él no lo esperaba, pero cuando no encontró muchas de sus cosas y vio todo revuelto, se puso verdaderamente furioso, y corrió a contárselo a la policía.
Menuda rabia le daba sentirse robado siendo él mismo el verdadero ladrón del barrio. José comenzó a sospechar de todo y de todos, hasta tal punto que José veía un ladrón detrás de cada sonrisa y cada saludo.
Tras unos cuantos días en que apenas pudo dormir de tanta rabia, José comenzó a olvidar lo sucedido. Pero su calma no duró nada ya que a la noche siguiente, volvieron a robarle mientras dormía.
Rojo de ira, volvió a hablar con la policía para atrapar al culpable, le propusieron instalar una cámara en su casa para pillar al ladrón. Era una cámara modernísima y capaz de seguirlo hasta su guarida.
Pasaron unas cuantas noches antes de que el ladrón volviera a actuar. Pero una mañana muy temprano el inspector llamó a Caco entusiasmado: habían pillado al ladrón
José salió corriendo hacia la comisaría. Nada más entrar, diez policías se le echaron encima y le pusieron las esposas, mientras el resto no paraba de reír alrededor de un televisor. En la imagen podía verse claramente a José sonámbulo, robándose a sí mismo, y ocultando todas sus cosas en el mismo escondite en que había guardado los objetos robados a sus demás vecinos durante años.
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